Como estudiantes del campus Juan Gomez Millas, hemos pasado fuera del Estadio Nacional. Está tan cerca de nuestra universidad que es imposible haber pasado 4 años yendo a la universidad sin pasar frente a él. Fue y sigue siendo punto de encuentro para muchos de nosotros.
Para los Juan Gomez Millanos que somos, el Estadio Nacional es un monumento muy significativo, pero también lo es para muchos de los chilenos y por razones muy distintas.
Su nombre completo es Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, en honor a un periodista deportivo fallecido en el año 2008. Fue inaugurado en 1938 y desde ese entonces es sede de la mayoría de los partidos de la selección chilena de fútbol en temporadas de eliminatorias a mundiales y el resto del año es arrendado por el equipo de fútbol Universidad de Chile cuando debe ser local. También es arrendado para otros eventos deportivos e incluso algunos conciertos de música, pero esa no es la razón más importante por la que conocemos al Estadio Nacional.
Para muchas personas, es muy difícil ver al Estadio Nacional como el centro deportivo que siempre tuvo que haber sido. Les cuesta disfrutar de los partidos de “la Roja” e ir al estadio tiene un significado diferente que para la mayoría.
En septiembre de 1973, el Estadio Nacional se convirtió en campo de concentración y tortura para los detenidos políticos en la dictadura de Augusto Pinochet. Más de veinte mil personas tuvieron que soportar los actos de violencia que ahí sucedían a diario, entre las cuales destacan el hacinamiento en baños y galerías, donde la gente debía estar disfrutando de un partido de fútbol en vez de gritando de dolor y hambre, siendo interrogados y torturados de maneras tan crueles y poco humanas que es difícil repetirlas. Muchas de las personas que pasaban por el Estadio Nacional terminaban siendo ejecutados por los militares, poniendo fin a su sufrimiento y a su vida.
Después de todos estos actos de violencia, el famoso Estadio Nacional fue conocido como el estadio “maldito”.
35 años sirviendo al fútbol y al deporte en general. Recibiendo gente famosa y siendo un lugar de alegría y emoción para las personas.
35 años y nunca volvió a ser lo mismo.
Nadie nunca podría olvidar lo que ocurrió en aquel lugar por más que se quiera. Incluso, en 1990 el ex presidente Aylwin hizo que el Estadio Nacional volviera a sus labores comunes de deporte y espectáculo, pero toda la ciudadanía chilena ya sabía que era algo más que eso.
Significa mucho más que eso.
En la actualidad, para conmemorar a todos y todas las presas políticas que fallecieron, desaparecieron o fueron torturadas en ese lugar, el Estadio Nacional presenta muchos pequeños monumentos para recordarlos. Todo se presenta en un recorrido realizado por la organización Estadio Nacional, Memoria Nacional. Este recorrido parte en la entrada del estadio, donde después llevan a la gente a los camarines de la pista atlética. Este camarín nunca ha sido renovado y sigue intacto. ¿Por qué? Pues es el lugar exacto en donde torturaban a los presos políticos. Todo finaliza en un museo con relatos y fotos de las personas detenidas en aquel lugar. También se puede visualizar la Escotilla n°8, que es la entrada al Estadio Nacional que estaba habilitada para que ingresaran las personas detenidas.
Muchas personas entraron por esta puerta y nunca salieron. Otros entraron y, cuando salieron, nunca volvieron a ser los mismos. Todo lo que sufrieron se encuentran en las paredes de esta Escotilla n°8, escrito por las mismas personas torturadas. Sus nombres y relatos quedaron inmortalizados en esas paredes que no han sido modificadas y nunca lo serán por ser el Estadio Nacional un monumento nacional.
Pasando esta puerta, se encuentra una galería donde los presos políticos fueron hacinados completamente en la época de la dictadura. Ésta tampoco ha sido modificada y está prohibido el ingreso, pero se puede visualizar desde muchos ángulos una frase célebre:
“Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”
El Estadio Nacional ha dado muchas alegrías a las nuevas generaciones. Al fin y al cabo, fue el lugar donde la selección chilena ganó su primera copa américa, pero las generaciones más antiguas y aquellas personas que deciden recordar y no olvidar, saben que ese lugar significa mucho más. Es un recuerdo latente de lo que la crueldad de un grupo de personas puede hacer. Es el recuerdo de 17 años de sufrimiento para mucha gente y sus familias. Una herida que nunca va a sanar.